15/2/14

GELL Y LA REBELION DE LAS COSAS

Un libro muy audaz de esta época es Art and Agency. An Anthropological Theory de Alfred Gell, quien murió en 1997 y un año después nació el libro. Su tesis es que los objetos de arte son ¿casi? personas.

“Veo al arte como un sistema de acción, que tiene la intención de cambiar al mundo y no tanto codificar proposiciones simbólicas acerca del mundo”, dice.

Marx solicitaba dejar de interpretar al mundo, y mejor transformarlo.

Pero Marx veía a los sujetos humanos como los agentes del cambio. El libro de Gell (aunque quizá no Gell mismo), en cambio, sugiere que una revolución del mundo puede ser encabezada por los objetos.

Tal cuadro recuerda al Popol Vuh, cuando no solo perros y piedras sino también comales y platos se sublevan contra la humanidad.

Sobra decir que las ideas de Gell son cuestionadas.

Su libro puede tomarse como una defensa especulativa de la vida y poder (animista) de los objetos o como un estudio de los cosas como vía por la cual los humanos se influyen unos a otros.

Los estudios visuales y de cultura material, la antropología no–eurocéntrica y el giro ontológico de los últimos años, posibilitaron que las ideas de Gell sigan circulando y, al menos, sean referencia frecuente de todo un circuito de pensamiento actual.

Antes de este libro, Gell ya hablaba del arte como parte de la tecnología del encantamiento y comparaba las trampas para animales y las obras de arte.

Fue influido por Mauss (y su teoría sobre sociedades primitivas que intercambian regalos para intercambiar almas y hacer guerra recíprocas) y Peirce (el semiota que los anglosajones usan para desplazar a Saussure). Enumero rápidamente motores de la antropología del arte de Gell. Pero hay mucho más.

Gell es un pensador imposible de adoptar enteramente: expande el panorama de la imaginación científica y, a la vez, muchas veces simplifica o resuelve prematuramente. No fue tampoco un prosista consumado.

Su escritura no puede competir con prosistas posmodernos más sofisticados. Aunque, en realidad, Gell es más innovador que Agamben, por hacer una comparación en este periódico (o pantalla), es decir, esta cosa que quizá facilite que un lector imagine un mundo de objetos voluntariosos.

O se tranquilice diciendo que esta cosa en donde lee esto no es sino un medio de los humanos.

Aunque probablemente ya sabes (y no lo confieses) que tu coche tiene una personalidad propia.

Y en tu casa y tus sueños, los objetos se te revelan y rebelan como agentes secretos y sepas que no solo las plantas y los animales tienen su mundo. También las imágenes y también las cosas.

Son las palabras —que nos colocan en un centro ficticio— las que han querido que no nos comuniquemos con el resto de las cosas.