27/4/13

¿POR QUE NO LEEN LOS MEXICANOS?


Las estadísticas muestran que los mexicanos leen mal y poco. Los estudiantes tienen serios problemas para comprender lecturas. ¿Qué gritan estas tragicómicas cifras?

El Iluminismo predica que el libro libera. Pero quizá los mexicanos se oponen al libro como una resistencia política.

El libro permanece atrapado en la red autoritaria.


La escuela mexicana no es emancipatoria sino represiva. El libro es asociado psicológicamente con las prácticas restrictivas empleadas desde el catecismo hasta las cátedras.

Quizá un estudio demostraría que el libro es sobre todo un instrumento para adoctrinar personas a obedecer autoridades.


El manejo de la Biblia en la Iglesia y familia, y el manejo del libro de texto por los maestros podría ser uno de los motivos por los que “La Bola” de “Jodidos” se niega consciente e inconscientemente a “leer” y “entender” libros: agacharse.

Esta rebelión paga un precio: la “ignorancia”, mezcla de desinformación, desventaja y desacato.


Desacato, sí. La no-lectura podría ser un sabotaje al libro como instrucción autoritaria.

El rechazo a la “lectura” no sólo es reflejo del fracaso del programa escolar sino señal del éxito de la resistencia de las mayorías contra el adoctrinamiento.


Me-Hago-el-Menso para NO seguir tus Órdenes.

El bajo índice de lectura podría ser una forma en que el mexicano está comunicando su rechazo a ser sometido por el Libro y sus mandamases.

Quizá el mexicano no puede “leer” debido a que la comunicación familiar, escolar, mediática y gubernamental no es clara sino incoherente.

Aun si el mexicano promedio quisiera aprender a leer, lo contradictorio y confuso de las autoridades no deja desarrollar capacidad de lectura de la realidad (de la cual la lectura de libros deriva).


El libro (y la palabra escrita y pública) se usa para ocultar que la comunicación es defectuosa y mal intencionada.


El mexicano ve a la palabra pública —del libro al noticiero, y de las promesas de campaña hasta el informe presidencial— como una mentira, una comunicación que no debe creer o atender seriamente porque es desconfiable.


El mexicano promedio no lee porque no adquirió en su infancia y juventud las capacidades básicas para confiar en las fuentes debido a la comunicación embustera y despótica de sus padres, profesores, sacerdotes, voceros y funcionarios.


Y no cree benéfico aprender a “leer” porque ese sistema engañoso monopoliza la Palabra para justificar sus trampas.


(Para colmo, el Libro casi nunca habla del mexicano promedio sino de las clases que lo dominan).

El mexicano se protege del poder del libro. Prefiere la “ignorancia” al sometimiento.


Se opone —casi silenciosamente— al libro por ser utilizado para humillarlo, castigarlo, engañarlo, manipularlo, controlarlo.


Los de Abajo se siguen sublevando. No necesariamente levantando.

24/4/13

SE BUSCA EJEMPLAR DE ESTE LIBRO


No tengo ejemplar de este libro. Si alguien tiene un ejemplar extra, se lo intercambio por algún otro libro mío.

heribertoyepez@gmail.com


20/4/13

LEER SIN CANON


Estas semanas he sugerido que hay unidad entre la forma en que los nuevos poetas, narradores y críticos mexicanos definen qué debe entrar y ser rechazado en el nuevo canon.

Ya murieron las autoridades literarias: Paz, Fuentes, Monsiváis.

Nuevos poetas, críticos y narradores sueñan un puesto similar. Para lograrlo requieren re–producir las condiciones en que tal autoritarismo es posible: una “República de las Letras” numéricamente reducida, reconocible, centralizada vía alianzas y, sobre todo, exclusiones. Literatura élite.

En México hoy, tal República de las Letras —otras veces llamada Literatura mexicana o la “tradición”— no puede ya ser.

La diversidad cultural impide alzar un “canon” que represente todas las regiones, lenguas, grupos, clases, géneros y cada etcétera.

El centro y lo nacional son fantasmas. Pero los grupos dominantes usan el poder institucional y sombra del pasado para mantener la ilusión de una “literatura nacional” simulada por mezcla de penúltimas Autoridades Republicanas y una nueva “Generación” de “relevo” en poesía, narrativa y crítica.

Para conseguir la ilusión de la legitimidad de esa transmisión de poderes, hoy se hacen reseñas, listas, panoramas, colecciones, dossiers o antologías para persuadir a los lectores de ese nuevo mapa selecto.

Y se intensifica la labor de descalificación, desdén y ocultamiento de centenares de textos, autorías, tendencias, emergencias y márgenes, desde legados negados y poéticas indígenas vivas hasta tejidos migrantes y fuera del libro, pasando por incontables autorías que no pertenecen a los círculos sociales prestigiados.

Este es un momento crucial. Pero ni la academia ni la crítica literaria en México o Estados Unidos están preparados o interesados en promover una visión democrática de la escritura. 

Son grupos conservadores, privilegiados. No arriesgarán.

La aplastante mayoría de nuevas literatas y literatos tampoco parecen dispuestos a retar la formación de canon. Quieren ser admitidos. Desafiar esos mecanismos, lo saben, asegura quedar fuera al corto, mediano o largo plazo. Los literatos no moverán mucho.

Solo una fuerza puede modificar esta situación: nuevos lectores.

Por nuevos lectores no me refiero a una nueva generación de consumidores de textos que acepte la nómina de nombres y libros del pasado, o sigan al mercado, la academia o la crítica.

Por nuevos lectores me refiero a quienes estén dispuestos a leer todo de nuevo, y leer lo que nunca ha sido leído. Leer lo que las listas no incluyen.

Leer como un acto cotidiano, multitudinario, leer sin canon, leer para saber que es imposible que unos cuantos nombres u obras representen a tantos tiempos, lenguas, pueblos, barrios, comunidades, ciudades, migraciones, tantas mexicanidades diferentes, mutiplicándose, interminables.

México es la imposibilidad de todo canon. 

13/4/13

LA GENERACIÓN DE LA CRÍTICA INEXISTENTE





A la nueva narrativa en México, Jaime Mesa la bautizó —aquí en Laberinto"Generación Inexistente".


Una lista reciente de Tryno Maldonado (Emequis, 7-4-13) incluye a Alberto Chimal, Juan José Rodríguez, Yuri Herrera, Guadalupe Nettel, Antonio Ortuño, Carlos Velazquez, Luis Felipe Lomelí, Julián Herbert, Valeria Luiselli, Emiliano Monge, Rafael Lemus, David Miklos, Bernardo Fernández BEF, Antonio Ramos, Luis Jorge Boone, Brenda Lozano, Daniela Tarazona, Pablo Raphael, Alain Paul Mallard.

Dicen no buscar Gran Novela (Di No al Boom). ¿Renuncia deliberada o carencia de conocimiento técnico y existencial para hacerla?


Dicen ya no estar bajo la sombra de Paz. Pero siguen su estética (vía modernismo moderado y liberalismo light) y el pacentrismo los cobija.


Con frecuencia las listas de la Gen-Inex son firmadas o principalmente ocupadas por autorías promovidas o salidas de LetrasLibres.


¿Generación Inexistente o Generación Letras Libres, SIMI-Lares y CoNexos?


Esa forma crítica los coloca como parte de la “tradición” y por ende como “relevo”.


La Generación Inexistente es una disimulada crisis de poder; su estilo, un monumento de efectos y afectos oficiales.


Nótese su escasez de crítica a autoridades actuales. Su mansedumbre política hoy conviene al sistema. Pero lo aniquilará en veinte años, cuando no tenga plumas entrenadas para sostenerlo. Paz tenía a Krauze; Krauze no tiene a nadie.


Sus críticos literarios frontales (Lemus, Miklos y Beltrán Félix, el mejor de ellos) hacen reseña basada en el gusto, para proteger esa “tradición” y su posición en ella.


Y en la retaguardia reseñista no faltan xenofobia, misoginia y desinformación. En un país de bajísima lectura, la crítica mexicana joven refleja tal incapacidad de analizar. Internacionalmente está reprobada.


Entre la Crítica Inexistente y la academia mexicanista crece la separación. La falta de actualización de estos críticos y el descuido de sus editores facilita que la academia tome control del estudio de la literatura mexicana, provocando que los lectores se queden sin interlocutores especializados, y la discusión de lo literario migre a los espacios académicos, hechos para no dejarlos entrar.


Separación social es la lógica común de la Generación Inexistente, la crítica y la academia.


La idea misma de “Generación” literaria aparece para agrupar autores entre sí —fingiendo la literatura como Libro Hereditario— y aumentar su desconexión con regiones, culturas, ideologías o clases sociales.


La Generación Inexistente es síntoma de que aún se ve al libro como emanación de La Historia de la Literatura. Su nombre es adecuado: son narrativas y críticas que gustan desaparecer de lo social, para reaparecer sólo como fantasmas de la “tradición”.


Para conseguir ruptura con la sociedad, fabricaron esa “tradición”, que es el espíritu del PRI vuelto presidencialismo cultural, Academia VIP y Televisa de las Letras.


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Un comentario de Alberto Chimal sobre este texto: http://tmi.me/S6Wzn
Un texto en Google books sobre la Generación Inexistente aquí

5/4/13

EL ARTE VIEJO DE FINGIR RESEÑAS


Recién apareció El arte nuevo de hacer libros de Ulises Carrión. El 30 de marzo, Álvaro Enrigue en El Universal saca una reseña llena de tropiezos.

Enrigue abre diciendo que le parece “divertidísimo” que un texto de Carrión sobre el fin del libro salga en un libro de “formato convencional”. La ironía podría ser medio divertida de no ser porque Carrión la explora para despedirse del libro dentro del libro.

Enrigue, ¿lo leyó?

Luego —por ninguneo, cerrazón o descuido— dice que el “personaje” Carrión“definitivamente no era un escritor” ni “tampoco era exactamente un artista”.

Quizá debió decir que Carrión no es el tipo de escritor o artista que él logra aceptar, ubicar o entender.

Dice que “para los que despertamos a los placeres de la cultura después del estreno de Star Wars”, Carrión es un “enigma” e inventa que “hasta ahora su trabajo se conocía sólo por Poesías, un libro–esquema de 1972 que Taller Dittoria convirtió... en un objeto editorial —casi un libro—”. Sí, “casi un libro”.

Carrión tiene una gran obra. Fue célebre internacionalmente; lo atestiguan catálogos, exposiciones, homenajes, traducciones, compilaciones, reediciones. Es Enrigue quien lo desconoce.

Otra falsedad es que Ediciones Hungría reeditó ¿Poesías? Enrigue se confunde. E–Hungría hizo un libro-objeto (con otro texto).

Curioso también que Enrigue vincule libros-objeto con Carrión, ¡cuando todo su libro es una crítica al “libro-objeto”!

Dice que Carrión no era “galerista” sino “socio” de Other Books and So, la galería que fundó (como el libro dice).

Apoda a Carrión “bocanada final del romanticismo” a pesar de que claramente es anti–romántico.

Atribuye a Tumbona la decisión de “publicar las ideas de Carrión” pero primero fue de Carrión en 1980, y para la actual edición, de Juan J. Agius, ¡como anota el libro!

Enrigue termina su singularmente errático texto sentenciando —ironía incluida— que “siempre hay que tener, debajo de la mesa, un archivo material, y para eso, sigue sin inventarse nada tan eficaz como el objeto que antes solo llamábamos libro”.

Lo intrigante es que el libro aboga por el archivo y la materialidad.

¿Por qué tantos errores?

Una posibilidad es que Enrigue alabe el arte de leer libros y, simplemente, los lea mal.

Y así atribuya sus paradojas a otros, desinforme a los lectores, finja reseñas.

Otra posibilidad —y quizá esta es la efectiva— es que Enrigue no leyó el libro impreso de Carrión.

Más bien leyó en línea el adelanto que sacó Laberinto la semana previa, con el texto que Enrigue comenta.

Por cierto, su cita de otro texto no corresponde a la versión impresa.

Vaya paradoja: Enrigue cree ironizar a Carrión y se pone de pie para elogiar la inigualable experiencia de leer libros impresos y, en verdad, checó Internet, como sugiere su info a medias.

¿Así leen los escritores? ¿Así analizan los críticos? ¿Divertidísimo?