1/12/12

DE MAL Y BUEN HUMOR



Escuchar a otro —leerle— pide buen humor. Podría ser que la historia de la lectura sea el proyecto de posibilitar el “buen humor”.

Pero el espíritu chocarrero de lo inflexible lo aniquila; da la sensación o certeza de que la vida no puede ser mejor.

El buen humor es “buen” porque hay otro: el “mal” humor, que no solo es enojo sino otro tipo de humor y ese también ríe: la ironía. 

Esa risa que implica que no hay cambio, no demasiado. Risa reaccionaria.

Ironía es risa que se llama a sí misma risilla.

Por su parte, el buen humor se ríe del quiebre de lo estable, como un niño ante un perro con sombrero, que le da gracia de lo inusual.

La ironía, en cambio, se ríe diciendo: con todo y sombrero, perro es y punto.

La risa del buen humor encuentra lo irreal de lo real, y ese hallazgo provoca su risa y una predisposición a reír otro día.

Predisposición a renovar la risa, que es histórica, memoria. También el buen humor nace de la experiencia, resulta de una confianza, optimismo. No solo la ironía tiene archivo.

Uno no ríe ante el mismo chiste de la misma forma; la risa del buen humor espera algo distinto. La apertura a esa diferencia como posible (y frecuente) lo define.

Si el buen humor ríe celebrando la flexibilidad (la trans-formación), la ironía se ríe burlando de la posibilidad de un giro.

Ese giro que para el buen humor es un giro hacia lo distinto, y para la ironía un giro hacia lo mismo.

La ironía es pronóstico contra la fortuna. Ella dice: no es posible, no funcionará, no tendrá éxito.

La ironía ríe desde el futuro: “Ya verán en qué terminará eso”. Es la risa desde un futuro viejo, futuro que ya (se) sabe.

El buen humor, en cambio, es risa niña. Todo sorprende. Todo es su otro modo.

“Ríete, no lo dice en serio” significa: lo dice jugando, quiere mostrar que su punto de vista puede ser otro, lo está inventando. Y aunque la ironía también dice lo uno y lo otro, lo dice para negar que lo otro sea posible. Dice “qué original...” para decir: “Ya lo he escuchado antes”.

Como la ironía es escéptica, para ella el buen humor es ingenuo.

Pero en la risa generalmente se juntan mal y buen humor. Casi siempre la ironía habita cada risa, porque el hombre está hecho de pasado, que como mala experiencia desea colonizar más y más.

La ironía nos protege de la frustración de haber creído otramente. “¡Ni creas que tengo esperanza!” es el letrero pegado en la frente de la risa irónica o, mejor dicho, su mordaza.

Pero a veces en la risa asoma la niña, como leve evidencia de que lo humano prematuramente está amargado, herida huidiza de su lágrima viva para reír genuina por gracia imprevista.

Poco a poco devenimos irónicos. Es la familia, es la escuela, es la Iglesia, es el empleo, es la noticia, es la política.

El buen humor todavía es utopía.