14/7/12

REVUELTAS: 1968 y 2012

Esperar un patriarca rojo, barbado y benefactor no es creer en Marx sino en Santa Claus.

Ante el ping-pong PRI-PRIAN-PRI, el guadalupanismo de AMLOVE y la izquierda fresa (PRI Light) de Ebrard es necesario fortalecer el marxismo mexicano.

La semana pasada escribí sobre el cincuentenario del Ensayo sobre un proletariado sin cabeza de José Revueltas, libro en que pedía un partido marxista-leninista para dirigir al proletariado mexicano (que no ha desarrollado conciencia de clase).

Ahora apuntaré cómo posteriormente Revueltas corrigió esa postura.

Ser testigo del dogmatismo y corrupción de los partidos de izquierda y los logros del movimiento estudiantil de 1968, así como las lecturas teóricas durante su encarcelamiento en Lecumberri, le mostraron a Revueltas que el camino no debía ser autoritario.

Fue así que esbozó un marxismo horizontal.

Para evitar tanto la mera demo-izquierda pro-capitalista como el verticalismo de partido y el culto a la personalidad típicos de muchos comunistas, Revueltas insistió en dos principios.

El primero fue la “autogestión”, que definió “como la actividad viviente, inexcusable, de las masas estudiantiles en el cuestionamiento social y político del país”.

La autogestión significa que los grupos se organicen por sí mismos, sin necesidad de dirigencias únicas y, sin embargo, esta autogestión tenga claras metas de creación de conciencia colectiva hacia un orden económico, político y social justo.

Revueltas creía que la autogestión académica era sólo el laboratorio a partir del cual se podía organizar una sociedad entera.

El movimiento estudiantil inspiró esta estrategia pluralista, que le llegó a parecer más deseable que una izquierda controlada por un partido político unívoco.

El segundo principio marxista del último Revueltas fue la “democracia cognoscitiva”.

“La democracia cognoscitiva constituye, precisamente, la democracia del conocimiento; el acceso del mayor número a las esferas del conocimiento, pero ante todo la confrontación de tendencias, la impugnación de situaciones, la lucha de ideas”.

Cerca del final de su vida, Revueltas creía que para preparar y detonar una sociedad comunista no hay que imponer una dictadura del proletariado (que sustituya a la dictadura de clase), sino alentar nuevas formas de organización sin dirigentes centrales.

No un gobierno doctrinario o una oposición dependiente de un partido sino diseminación de pedagogías autogestoras, que expandan nuevas formas de vivir en sociedad, y donde el saber sustituya a la ideología.

El desafío del marxismo en México es superar su relajo, no tener pies ni cabeza.

Ser populista, “moderado”, carismático o, simplemente, subordinarse a candidaturas o fines inmediatistas.

El marxismo en México no debe comenzar de cero ni, mucho menos, pre-Revueltas.